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miércoles, 2 de enero de 2013

Títeres y tramoyistas

El hilo tiraba de la mano con fuerza. Demasiadas cuerdas alrededor de su cuerpo como para pensar en escapar. Durante mucho tiempo lo estuvo intentando, pero nunca consiguió salir de la habitación en la que se sentía confinada. Y no solo era privada de la huida sino que también sus movimientos estaban limitados a los deseos de alguien al que ya no conocía. Observando su cuerpo desnudo tenía la necesidad de protegerlo, decidir por sí misma a quién enseñar toda la piel. Cada vez que impulsivamente intentaba taparse los senos recibía un golpe seco de las cuerdas que la dejaban desprotegida y vulnerable. Los brazos quedaban, entonces, abiertos, las muñecas llagadas por las rozaduras de las cuerdas y en el pecho dolor punzante por el esfuerzo inútil. Intentaba juntar las rodillas pero una fuerza superior le impedía cualquier iniciativa púdica. Guantes de seda y zapatillas de bailarina la resguardaban del cemento frío. Y también impedían que se dañase con las uñas, que señalase su cuerpo inmaculado. El hilo blanco se enrollaba por sus extremidades. Recorría cada brazo dando la vuelta en el cuello y bajando por el pecho se cruzaba a escasos milímetros de los rosados pezones. Se volvía a unir por debajo del ombligo para esconderse entre su sexo, parcialmente rasurado y aparecer nuevamente anudado, resbalando por las piernas hasta los tobillos. Milimétricamente dispuesto para que cualquier leve movimiento de mis dedos le produjese un dolor instantáneo que la hiciese desistir de sus ideas alocadas. También placer. Algunos creen que el placer y el dolor están demasiado próximos, qué sabrán ellos. Jugar a ser dios fue el principio. Serlo, el inevitable resultado. Movimientos de pianista de obligado cumplimiento. El castigo y el premio. Dolor y placer. Orquestar -no me gusta la palabra manipular- cada uno de sus movimientos es lo que me produce placer; verla sufrir me causa dolor, pero es inevitable. Ambos lo sabemos.

5 comentarios:

  1. Muy bueno. Describe perfectamente cada detalle. Como siempre en lo que escribes, varios finales aplican.

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  2. Diseccionar la historia como un cirujano es un ejercicio interesante Marco. Gracias por el comentario

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  3. Palabras que viajan en un remolino, convencidas que deben marchar hacia la lejanía.
    Genial.

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    1. gracias por la lectura y el comentario; me alegra que te gustase!

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  4. Mis lecturas son perturbadas. Entonces, el dolorplacer de tu texto encaja conmigo perfectamente. Me gustó.

    Saludos.

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