Se ha escrito tanto, últimamente, sobre las ondas
gravitacionales...
Sin embargo no encuentro la manera de relacionarlo con mi
condición de fracasado.
¿Y si todo fuese debido a esas perturbaciones
espacio-tiempo?
De la misma forma que la teoría puede explicar y predecir el
comportamiento de dos agujeros negros
supermásicos colisionando y cómo esto afecta a la distorsión del
espacio, podría razonar el porqué de mis repetidas metidas de pata en cada
empresa que emprendo.
Parece ridículo recurrir a Schrödinger, Heisenberg o
Einstein para hablar de mí mismo, quizá lo sea.
Siendo un niño, refugiado en mi soledad, disfrutaba de dos
placeres: deconstruir cualquier aparato tecnológico que cayese en mis manos y
observar a las personas. Esto último me parecía tan apasionante como lo primero
y no porque alguien me causase admiración sino todo lo contrario. Aborrecía la
falsedad, la ignorancia y la prepotencia con que se trataban, pero eso no hizo
que dejase de escucharles, incluso lo hacía con más atención. Ya entonces sabía
que no me parecería a ellos. Sin embargo las decisiones que fui tomando me
convirtieron en un perdedor. Nunca he dejado de escucharles; de hecho me defino
como un ladrón de conversaciones. Aunque estas no me causan interés, más bien
me producen asco; en ocasiones incluso me provocan arcadas.
Es por esa razón por la que miro al cielo, observo el
universo y no solo pienso que existe algo más que nosotros allí afuera, sino
que además creo que la justificación de todo se encuentra allí. También la de
mi fracaso. Por eso este descubrimiento de falta de fe me resulta tan
importante.
Las mismas personas que aborrezco han destinado millones de
dólares para pescar una onda perdida en
el espacio –yo no lo hubiese podido hacer, puesto que tengo una conciencia
demasiado pesada– que les permita ser los primeros en anunciar el hallazgo.
Este descubrimiento impulsará nuevas y poderosas inversiones que permitirán que
la economía fluya mientras las ondas gravitacionales se estrellarán contra
nuestros mares provocando tsunamis que volcarán barcas en el Mediterráneo como
si fuesen golpeadas por operadores laplacianos en busca de Dirac.
En la barca hay un niño, al que todos miran con recelo,
chupando la teta seca, negra y agrietada de su madre; también a él le arrojará
al mar. Intentarán llegar a la costa, pero ninguno de ellos lo conseguirá. Se
trata de ondas gravitacionales; algo muy importante. Bien merece un Nobel el
descubrimiento, aunque quizá no interese demasiado lo que piensa este
fracasado, este auténtico loser, este solitario nieudáchniki.