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lunes, 15 de octubre de 2012

El éxito de la física atómica



Un fotón desplazándose sinusoidalmente hasta llegar a su ventana. Atravesar el cristal sin ningún esfuerzo y golpear su frente como si fuese el espectro del príncipe Louis-Victor de Broglie. Eso le hace dar un respingo y golpear la coronilla con esa maldita estantería que colocó a modo de cabezal para dejar la lamparita, los libros y también la caja de preservativos. Estos últimos los usa menos que los libros, pero le gusta tenerlos ahí por si alguna noche vuelve acompañado. Tampoco volver acompañado es garantía de nada. En más de una ocasión, con el envase del preservativo rasgado, la chica se ha echado atrás y le ha abandonado cuando él ya pensaba que esta vez sí. Es en esos momentos cuando se coloca el condón y se masturba con él puesto. Le da más realismo a la situación −piensa− y le ayuda a olvidar el fracaso. Y es que su vida está llena de fracasos, o eso cree él. A mí me parece que resumir el éxito al número de polvos que pegas al mes no es real. Se levanta y se va a la oficina con desgana por lo ocurrido la noche anterior. Al entrar no saluda a nadie. Bueno, sólo a Marta porque aún cree que tiene posibilidades con ella. Me parece patético. Estas son las cosas que le hacen parecer un fracasado −pienso yo. Está claro que pulsar números en un teclado de ordenador para preparar nóminas no es excitante, pero eso no debería ser una excusa para que se emborrache cada noche. También en el bar le conocen. Demasiadas veces ha contado su historia: Un físico que acaba trabajando de contable cuando su ilusión es ser escritor. Por qué siempre intenta despertar un sentimiento de pena. Es normal que todos huyan de su lado. Si tan solo me escuchase un minuto. Odio que gire la cara con desdén y se refugie en su gin-tonic. El dueño del bar está harto, pero todas las noches paga sus consumiciones y no se puede renunciar a un cliente así, por muy pesado que sea.
Para qué estudiaste físicas si no te gustan, quién te obliga a trabajar en esa empresa. ¿Es que no tienes capacidad para decidir dejar de hacer aquello que te desagrada? Claro, le sirve de pretexto decir que no tiene elección. Siempre tenemos elección, –le diría− siempre. Le abofetearía cada vez que baja la vista en busca de sus zapatos y espera que alguien le pase la mano por el hombro y le de unos golpecitos de ánimo. Ya le tengo demasiado estudiado; entonces levantará la vista y si se trata de una mujer la invitará a tomar una copa y luego a su casa. Qué asco me da. Aunque en realidad su fracaso es mi éxito porque estar a su lado es una fuente de inspiración para mí. Él es el protagonista de mis novelas, el personaje chiflado, cabizbajo y derrotado con el que hoy en día se identifican tantos lectores.
Y quién soy yo para decir todo esto. Yo soy él.

4 comentarios:

  1. Nuestro alter ego no sp es nuestro aliado...
    Estupenda narraciòn para recordárnoslo

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  2. No es tan fácil, a veces, de reconocer la dicotomía que nuestra personalidad suele tener. Gracias por el comentario.

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  3. Muy guay tîo. Te noto en una transición estilîstica que me gusta mucho.

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    1. Gracias Edu, irremediablemente me estoy destramando en favor del estilismo. En mi caso era una evolución lógica.

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