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jueves, 12 de julio de 2012

Lago


El cielo gris plomizo amenazaba con descargar toda su furia sobre él. Aunque no le importó demasiado. Continuó con su sigiloso caminar por la Royal Mille en dirección al castillo. Todos entraban en las casas y cerraban las puertas haciendo sonar las cerraduras metálicas que a su paso parecían tomar vida. Sin embargo él era todo lo contrario, parecía un ser recién salido de su tumba. Ocasionalmente detenía su marcha ante alguna vivienda, contemplaba la puerta cerrada y esbozaba una siniestra sonrisa que arrancaba los sollozos de los que estaban al otro lado. Parecía más seguro salir huyendo que esconderse, y así lo hacían muchos. A su paso gritaban nombres que únicamente le hacían sonreír. Satanás, Belcebú, Lucifer, Azazel, Samael,... Qué ingenuos- pensaba. Las puertas del castillo fueron cerradas antes de que llegase. Se detuvo ante la majestuosa construcción de piedra gris y miró hacia arriba. Gritó: ¡mi nombre es Jacob! Abre la puerta. No podía creerme lo que estaba escuchando, sin embargo lo que veía me era bastante familiar. Lárgate de aquí- contesté desde la almena. Incluso a tanta distancia pude ver cómo se movían las escamas de su piel haciendo que el sol reflejase sus rayos cegándome por un momento. La gente se agolpaba en la plaza del castillo temblando e invocando a todos los dioses que les venían a la cabeza. Me recordaba el día que llegué a Dùn Èideann. Me dio tiempo a ver cómo hinchaba sus pulmones, o lo que fuera que tuviese dentro de esa piel rojiza, y juntaba sus manos haciendo estallar la puerta en diminutas astillas que se esparcieron por todo el castillo. De un salto me planté en la entrada.
    -Me pertenece- dije.
    -Apártate, no va contigo. Tengo que llevármela. Deberías haberlo hecho tú.
    -Todo lo que ocurre aquí va conmigo- pude contestar antes de que 200MeV recorrieran mi cuerpo. Lo que más me cabreó fue que no me lo esperaba. Me sacudí la descarga como quien se quita el polvo de la chaqueta y comenzó la batalla. Si había algo que no me apetecía era destrozar todo el pueblo por intentar protegerla, pero él no lo entendía de esa forma y destruía cada vivienda, cada almacén, cada calle, cada hombre,...
    -¡Está bien, detente!- le dije aguantando enérgicamente su mano antes de que una fuerte corriente electromagnética arrasase a todos aquellos que se habían escondido dentro del almacén de grano como último refugio. -Yo le llevaré a Ingrid, pero tú deja de matar a esta gente y márchate.

Ingrid salió del grupo, me miró con esos ojos verdosos que le condenaban y se dispuso a emprender la marcha por toda la región de los highlands hasta llegar a Inbhir Nis. Se trataba de una zona despoblada, alguna granja aislada en medio de la nada hasta llegar a la ciudad en la que se estrangulaba hasta morir el lago Ness. Le había prometido a Ingrid protegerla, pero debía elegir entre ella o el resto de la población. Los seis días que duró el viaje los pasamos en silencio, ninguno de los dos se sentía con ánimos de decir nada, ella de preguntarme por qué, yo de darle una explicación. Sólo silencio y su piel blanca.
Antes de llegar a la ciudad por el margen derecho del lago, nos detuvimos en el punto indicado. Desde ahí divisábamos toda esa masa de agua que se perdía hasta el infinito entre montañas. Todas las vírgenes con ojos de mar le tenían que ser entregadas. No había excepción y él las localizaba a todas. Pude mantener escondida a Ingrid durante tres meses, pero nada podía separarla de su fatídico destino. Coloqué mi mano derecha sobre la fría agua del lago y envié una descarga que mató a todos los peces de alrededor. Al poco tiempo apareció entre la niebla la cabeza redondeada de nuestro amo. Su cuello alargado, su desproporcionado cuerpo y esas aletas que le hacían diferente a cualquier ser. Alrededor peces muertos. Sus dientes llegaron hasta la orilla, hilos de baba caían por sus colmillos. Yo sabía lo que tenía que hacer. Le mostré a Ingrid el camino que debía tomar. Ella sin titubear entró en esas fauces abiertas. Vi desaparecer su trenza pelirroja. La boca se cerró y se sumergió instantáneamente. No desconocía qué iba a ocurrir. Ingrid se adentraría por ese camino inquietante, una iluminación nunca vista se presentaría ante ella. El suelo más frío que el agua. Llegaría a una sala en la que otras como ella la estarían esperando antes de notar el fuerte golpe en el estomago que le produciría elevarse por los aires a una velocidad insospechada. Nunca más la volvería a ver.

1 comentario:

  1. Genial, me encanta. Ya sabía que un viaje a Escocia tenía que provocar un relato. Me encanta la mitología de esta historia.

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