Páginas

sábado, 18 de febrero de 2012

Perdido


Cojo mi cámara de fotos y el bloc de notas y me dispongo a pasear sin que ningún minuto pueda recordarme que tengo cosas que hacer. El teléfono móvil lo olvido conscientemente encima de la mesilla de noche, casi sin batería. Tampoco me pongo la chaqueta, aunque sé que pasaré frío. Mi gorro sí, sin él no soy capaz de hacer nada. Comienzo con unos titubeantes pasos, mirando mis zapatos. Uno detrás de otro. Primero son cortos, casi diminutos, aunque parecen decididos a llegar a algún sitio. Parece que con mi mirada esté vigilando por donde me llevan. Soy un ingenuo por creer que soy yo quien domina mi destino. Como si poco a poco fueran calentándose empiezan a levantar las punteras más enérgicamente. Sigo abducido por esa cadencia tan contagiosa. En varias ocasiones mis hombros se golpean con los transeúntes que se cruzan en mi camino, pero no levanto la vista para mirarles. Ni tan siquiera para pedirles disculpas o escuchar sus protestas ante semejante maleducado. Comienza a bajar la intensidad de la luz debido a la estrechez de las calles. Desaparecen los vehículos y también los viandantes. Me gusta esa sensación de soledad repentina, hasta el punto de levantar la vista hacia arriba. No sé dónde me encuentro, no reconozco el lugar como un espacio ya visitado y eso hace que me sienta perdido. De repente abandonado. No me atrevo a volver la vista hacia abajo. Necesito encontrar alguna pista que me devuelva la cordura. Sigo calle arriba, parece que esa esquina me suena. No, no era lo que me imaginaba. Tuerzo a la derecha. La mitad de las casas están abandonadas y medio derruidas. Acelero el paso para detenerme nuevamente en la siguiente esquina. Vuelvo a torcer a la derecha porque he decido hacerlo siempre de esta forma. Dudo de que se trate de una decisión lógica, pero si fuese mal en pocos giros debería devolverme al lugar de inicio. Todo se parece mucho, demasiado. Necesito cruzarme con alguna persona para preguntarle dónde me encuentro. Por fin una buena idea. Dejaré hojas de mi bloc en cada esquina para poder reconocer los caminos ya explorados. Cuando llevo arrancadas diez hojas y todavía no he visto ninguna de las bolitas en cualquiera de los ya infinitos cruces, otra ocurrencia mucho mejor que la anterior me devuelve una tímida sonrisa. Haré fotos a esos cruces de caminos y en cada uno de ellos comprobaré si ya he pasado por él. La cámara tiene suficiente memoria y batería como para no preocuparme. Ese viejo arco renacentista me hubiese llamado la atención si ya hubiese pasado por debajo de sus piedras. Le hago una foto. La enorme letra "e" colgada de esta fachada, tres cuartos de los mismo. Le hago una foto. Ese edificio sostenido por la estructura artificial de hierro también. Le hago una foto. Tras muchos pasos comienzo a sentirme cansado. Olvidado el objetivo inicial de las fotos me siento en un portal y decido esperar a que alguien pase junto a mí. Al ver que llevo la cámara Kodak en mis manos comienzo a repasar las fotos que tengo en la memoria. Son doscientas treinta y cinco. La primera me gusta es un arco renacentista, quizá yo hubiese buscado otra perspectiva, en fin. Tampoco está mal esta segunda, pero la enorme e" roja pierde fuerza debido al contra luz..... La número diez es, quizá, la más interesante; se nota que el fotógrafo intentaba plasmar toda la fuerza de la arquitectura del siglo XVI. La ciento treinta me evoca algo ya vivido, puede que sea un dejà vú, pero las piedras de ese arco parece que quieran decirme algo... Tengo sed y no llevo agua. Buscaré algún bar para poder tomar un trago. Debo salir de aquí. Creo que esto me suena. Sí, detrás de ese arco debo girar a la derecha.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Etiquetas