No me gusta el pasado, es como un grano de trigo olvidado por el agricultor y los pájaros sobre la tierra cuarteada; también por los roedores. Abandonado a la intemperie recibiendo las bocanadas de radiación solar con total impasibilidad. El futuro depara la muerte, pero es en el pasado donde yo la veo. Y es tan difícil olvidarlo. En cada pulso neuronal está presente. Ese grano gordo, hinchado de sangre roja y negra. Todas las dendritas borboteando semillas de memoria a cada axón ávido de conocimiento, de mentira y puñaladas. Me aprieto las sienes con fuerza para intentar frenar ese chorro de antigüedad cósmica. Os veo a todos y me producís dolor. Es verdad que está en mi mano cambiar eso, vuestro dolor; pero, ¿soy yo, o sois vosotros los causantes de esta agonía vital? Podría mover mi dedo y deshacer lo hecho, podría. Os aseguro que podría, pero me dais tanta pena. No hace falta modificarlo todo, podría hacerlo sólo contigo. Cambiar tu pasado. Hacer que fueses alguien diferente, otro tú. Quizá eso me daría fuerzas para seguir, me animaría a intentar devolver las cosas a su lugar. ¿Cuál sería su sitio? Siempre me duermo llegado a este punto. No recuerdo nada más. Puede que ese sea el problema, no recuerdo nada. La mala memoria, es posible que mi Alzheimer secular sea el causante de esta ignominia demiúrgica. En los tenues destellos de pasado todavía me alcanza a rozar el arrepentimiento. Ya hace mucho tiempo, quizá demasiado tiempo. Yo lo empecé todo, por interés banal. Era un juego; siempre lo ha sido, y vosotros erais las fichas. Podría haberlo dejado, pero me pareció divertido ver a dónde llegábamos. ¿Egocentrismo? Puede, pero y quién no es egoísta. ¿Cuántos de vosotros me habrá preguntado, alguna vez, eso? ¿Esperabais respuestas? Nunca me lo planteé, aunque he de reconocer que en ocasiones estuve tentado. Sólo son destellos, cada vez más distanciados. Por eso sé que llega el final. El día que ya no os recuerde, que no sepa quién soy, todo habrá acabado. Será como un meteorito acercándose hacia vosotros desde donde no alcancen ni los recuerdos. Cada día un poco más cerca, más próximos a la destrucción. No habrá impacto; puede que desde aquí lo parezca, pero únicamente será un espejismo. ¿Qué quedará de mí cuando el último recuerdo se desprenda de esa cola de neurona, en forma de espermatozoide, para caer al vacío? ¿Acaso mi final no será más doloroso que el vuestro?
lunes, 21 de enero de 2013
El olvido de vuestra existencia
No me gusta el pasado, es como un grano de trigo olvidado por el agricultor y los pájaros sobre la tierra cuarteada; también por los roedores. Abandonado a la intemperie recibiendo las bocanadas de radiación solar con total impasibilidad. El futuro depara la muerte, pero es en el pasado donde yo la veo. Y es tan difícil olvidarlo. En cada pulso neuronal está presente. Ese grano gordo, hinchado de sangre roja y negra. Todas las dendritas borboteando semillas de memoria a cada axón ávido de conocimiento, de mentira y puñaladas. Me aprieto las sienes con fuerza para intentar frenar ese chorro de antigüedad cósmica. Os veo a todos y me producís dolor. Es verdad que está en mi mano cambiar eso, vuestro dolor; pero, ¿soy yo, o sois vosotros los causantes de esta agonía vital? Podría mover mi dedo y deshacer lo hecho, podría. Os aseguro que podría, pero me dais tanta pena. No hace falta modificarlo todo, podría hacerlo sólo contigo. Cambiar tu pasado. Hacer que fueses alguien diferente, otro tú. Quizá eso me daría fuerzas para seguir, me animaría a intentar devolver las cosas a su lugar. ¿Cuál sería su sitio? Siempre me duermo llegado a este punto. No recuerdo nada más. Puede que ese sea el problema, no recuerdo nada. La mala memoria, es posible que mi Alzheimer secular sea el causante de esta ignominia demiúrgica. En los tenues destellos de pasado todavía me alcanza a rozar el arrepentimiento. Ya hace mucho tiempo, quizá demasiado tiempo. Yo lo empecé todo, por interés banal. Era un juego; siempre lo ha sido, y vosotros erais las fichas. Podría haberlo dejado, pero me pareció divertido ver a dónde llegábamos. ¿Egocentrismo? Puede, pero y quién no es egoísta. ¿Cuántos de vosotros me habrá preguntado, alguna vez, eso? ¿Esperabais respuestas? Nunca me lo planteé, aunque he de reconocer que en ocasiones estuve tentado. Sólo son destellos, cada vez más distanciados. Por eso sé que llega el final. El día que ya no os recuerde, que no sepa quién soy, todo habrá acabado. Será como un meteorito acercándose hacia vosotros desde donde no alcancen ni los recuerdos. Cada día un poco más cerca, más próximos a la destrucción. No habrá impacto; puede que desde aquí lo parezca, pero únicamente será un espejismo. ¿Qué quedará de mí cuando el último recuerdo se desprenda de esa cola de neurona, en forma de espermatozoide, para caer al vacío? ¿Acaso mi final no será más doloroso que el vuestro?
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